La nota

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(02 DE OCTUBRE, 2023) Por J. Jesús Esquivel.

 

La nota

 

Washington.– Antes, cuando este bendito oficio de informar implicaba disputarse entre las y los colegas la noticia verdaderamente importante para la sociedad, daba cierta dignidad al tecleo.

En la actualidad, y luego de sendos desprestigios al trabajo por parte de aplaudidores del gobernante del momento y por aquellos vendidos al mejor billete para presentar “montajes” y “buscar a niñas inexistentes” en horarios estelares de la televisión, ya pocos se disputan “la nota” porque se dedican a publicar lo escandaloso con el objeto de ganar seguidores en las redes sociales creyéndose ellos la noticia y sin un solo ápice de contexto, desinformando a los lectores.

Cuando el informador se siente protagonista, o más importante que la información, tuerce la puerca el rabo, como cantan mis padrinos, los hijos del Averno, mientras calientan la manteca para entregarle los cueritos al Chamuco del pellejo de las estrellitas estrelladas de la tecla.

Hay que quitarse el sombrero cuando alguien sale con una noticia exclusiva, bien reporteada y fundamentada. De esto queda muy poco. La información, y sobre todo el reporteo de investigación, cuesta y en el corral de medios de información de México las vacas están muy flacas, con la excepción de aquellas que se alimentan del chayo.

Con ínfulas de tener la última palabra en todo y sin darse cuenta de que este oficio ha perdido prestigio y parece destinado a la extinción, por eso, detrás de un escritorio y fusilándose por internet lo que medios estadunidenses con recursos reportean y cubren desde el lugar de los hechos, los mesías del escándalo publican “la nota” que “no es nota”.

Ni duda cabe que nuestra sociedad está profundamente dividida. La cruel violencia que azota al país, las extorsiones, secuestros, feminicidios, las promesas incumplidas para garantizar el respeto de los derechos humanos y esclarecer los casos más graves como el de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la arrogancia de nuestros gobernantes de todos los partidos y corrientes políticas, abren pocas posibilidades de que se pueda zurcir lo que está roto.

La perfección es un mito. Este tecleador, como todo mundo dedicado a informar, no está exento de errores, pero no infla perros. El Congreso federal de Estados Unidos en Washington es una entidad gubernamental

enorme y absolutamente compleja.

Con 435 miembros de la Cámara de Representantes y 100 de la de Senadores, del Capitolio surgen todo tipo de iniciativas; muchas de ellas totalmente disparatadas. No vale ni la pena hacer un recuento de cuántas idioteces de legisladores demócratas y republicanos se han postulado para ser aprobadas como ley en referencia a usar a México como jerga.

Pegadas con chicle en el formato de enmienda e integradas a complejos proyectos de ley, esas idioteces que nunca prosperan amagan con lanzar invasiones militares a México, disparar misiles para acabar con los narcos y responsabilizarnos por la incapacidad e inutilidad del gobierno gringo para atender la crisis de su sociedad en el ámbito de la drogadicción, usando el lenguaje de castigo dizque suspendiendo la entrega de millones de dólares en apoyo a nuestro gobierno.

Respecto a este último punto fue “la nota” que hace unos días publicó un periódico de circulación nacional. Ante el enfermo consumo de drogas sintéticas elaboradas con fentanilo de la sociedad estadunidense, en la Cámara de Representantes los republicanos aprobaron una idiotez: lavarse la cara con México congelando 60 millones de dólares en asistencia antinarcóticos. El diario que hizo eco de este ruido, con alevosía y ventaja, extirpó del contexto de la información que la

enmienda no iba a ser aprobada en la versión final de la legislación. Claro está que el rotativo no iba a explicarle a los lectores que “la nota” era en realidad una “no nota”.

Lo inaudito de casos como este que, repito, no ayudan al oficio de informar, es que el presidente Andrés Manuel López Obrador tome tanto en cuenta a la desinformación y se dedique a aclarar las cosas.

A esos informadores buscadores de fama desde sus cómodos asientos detrás de un escritorio, el presidente les hace el caldo gordo. Si en lugar de dedicarse a aclarar cosas absurdas publicadas en medios de comunicación, el presidente pusiera mayor enjundia a resolver los problemas de violencia e inseguridad, acabaría con las aspiraciones de fama de informadores que usan al escándalo como moneda de cambio.

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